A pesar de la actividad marítima, hasta mediados del siglo XV el puerto de Barcelona no se dotó de un muelle artificial. Solo había tenido algunos puentes de madera construidos ocasionalmente como embarcaderos. De hecho, no le hacía falta porque ya disponía de un muelle natural, Les Tasques.
Rafaela Puig dibujó el primer muelle artificial del puerto de Barcelona en 1616. BNE
Les Tasques eran una gran barra de arena que discurría paralela al litoral a una distancia de unos doscientos metros. A su abrigo se formaba una laguna interior tranquila y navegable donde se configuraría un área portuaria, concentrada en el actual Pla del Palau, con actividades de carga, descarga, comercialización de mercancías, y reparación y construcción naval.
Con las finanzas saneadas gracias a la creación, en 1401, de la Taula de canvi -el primer banco público de Europa- el Consejo de Ciento transformó la fachada marítima en un espacio de representación del poder municipal. Unos treinta años más tarde, Alfonso el Magnánimo otorgó la licencia preceptiva para construir un puerto artificial y financiarlo a través de un nuevo tributo, el derecho de anclaje. Se daba respuesta a las exigencias de un tráfico naval en sus máximos históricos.
Para la construcción del muelle en el extremo oriental de la ciudad se decidió consolidar gran parte de Les Tasques con encofrados de madera llenos de mortero y piedra, pero un temporal en otoño de 1439 lo deshizo todo. La construcción se reanudó en 1446. Se emplearon tres pontones -o plataformas flotantes- que cargaban piedra en Montjuic y la vertían para formar la escollera.
Aquella primera fase puso de relieve las dificultades del proyecto. Al obstaculizar el flujo de los sedimentos transportados por la deriva litoral, la escollera provocaba el desgaste de la playa de poniente y la erosión de Les Tasques. La gran barra de arena que durante siglos había protegido la playa de Barcelona empezaba a perderse.
En 1477, acabada la Guerra Civil catalana (1462-1472), se reanudó el proyecto en el centro de la fachada marítima y siguiendo el trazado que se ha documentado arqueológicamente. La dirección de las obras se encargó al maestro siciliano Stacio Alessandrino, quien fue sustituido por el notario municipal Joan Maians. El proyecto, terminado en 1489, prolongaba la escollera hasta los restos de Les Tasques, que la erosión marina había transformado en una serie de islotes dispersos. La isla donde finalizaba el muelle recibió el nombre del notario barcelonés: isla de Maians.
Un siglo más tarde, el Consejo de Ciento amplió aquella primera infraestructura de unos 240 metros de largo y 15 de ancho añadiendo dos tramos de 186 metros cada uno. Este muelle medieval sería la base inicial del puerto de época moderna.
Tras un periodo de estancamiento económico a partir de mediados del siglo XVI, el dinamismo recuperado a principios del siglo XVIII se ve interrumpido por el estallido de la Guerra de Sucesión y la derrota de Cataluña. A finales de este siglo el ilustrado historiador, militar, filólogo, estudioso de la economía marítima y político Antoni de Capmany i Montpalau (Barcelona, 1742 – Cádiz, 1813) escribe las Memorias históricas sobre la marina, comercio y artes de la antigua ciudad de Barcelona, libro publicado en Madrid en 1779. La obra de Capmany fue una aportación capital a la historia económica de Barcelona y representa una de las fuentes fundacionales que dieron impulso a la creación del puerto moderno durante la segunda mitad del siglo XIX. Los temas que analizó y relacionó en su trabajo son la marina de guerra y el poder naval, la marina mercante y el comercio, y las «artes útiles» o sectores productivos de la ciudad.
Evolución cartográfica del litoral, la fachada marítima y el puerto de Barcelona
La Carta Histórica de Barcelona visualiza la evolución de la ciudad y de su litoral al amparo de la intensa actividad comercial y portuaria que, a mediados del siglo XV, culminaba con la creación del primer muelle de Barcelona. Desde entonces, el puerto se ha convertido en la principal infraestructura y motor económico de Barcelona y Cataluña.
El Barceloneta I evidencia y evoca el intenso tráfico marítimo medieval. El primer muelle, a su vez, fue la base inicial del puerto de época moderna, el núcleo principal de las reformas de finales del siglo XIX y, 150 años más tarde, del puerto contemporáneo. Un puerto del siglo XXI que nos conecta con el mundo como ya lo hacía más de 600 años atrás.
En el año 2008 se descubrieron los restos de un barco del siglo XV junto a la estación de Francia, donde se había excavado parte del baluarte de Migjorn de la antigua muralla de Mar y del primer muelle artificial del puerto de la ciudad. El pecio fue bautizado con el nombre de Barceloneta I. El testimonio de este barco, de origen cantábrico, probablemente vasco, en la Barcelona de la época es excepcional. No se ha encontrado ningún otro de este tipo en todo el Mediterráneo, lo que amplifica aún más la importancia mercantil de Barcelona, que, durante más de cuatrocientos años, desde el siglo XIII hasta el siglo XVI, fue uno de los puertos dominantes en el comercio y la legislación marítima internacional de la región.
El Port de Barcelona, comprometido con el patrimonio portuario y marítimo de la ciudad, ha colaborado con el Museo de Historia para hacer posible el proyecto de conservación y exposición del pecio. Gracias a esta colaboración, el Barceloneta I se puede ver en la antecámara del Palacio Real Mayor, entre el Salón del Tinell y la capilla de Santa Ágata.
En la estela del proyecto nace esta exposición virtual, que tiene por objeto difundir y poner al alcance de todos los públicos los conocimientos destacados fruto de los trabajos y estudios arqueológicos, históricos, de restauración, conservación y exposición del pecio. El Port de Barcelona pone en valor la historia que nos sirve de base y que nos impulsa a seguir siendo competitivos.
Conservación de los restos del Barceloneta I. SAB
Goleta americana de seis mástiles para el transporte de carbón (1917). Archivo de la Autoridad Portuaria de Barcelona
Grabado de una vista de Barcelona desde Montjuic publicado en 1572 en el libro Civitates Orbis Terrarum. La obra original, de 1535, es de Jan Cornelisz Vermeyen, pintor y diseñador de tapices neerlandés que trabajó al servicio del emperador Carlos V. AHCB
A la derecha de la imagen de este grabado de 1535, bajo el arcoíris, ante la muralla del litoral y sobresaliendo hacia un mar lleno de barcos y galeras en formación -preparadas quizás para la expedición a Túnez del mismo año-, se puede ver la forma del primer muelle de Barcelona, construido a partir de 1477. Cuando Jan Cornelisz Vermeyen pintó esta vista, el muelle ya enterraba los restos del barco que, en mayo de 2008, fueron descubiertos a los pies del baluarte de Migjorn, excavado entre la estación de Francia y la Barceloneta. El pecio, de mediados del siglo XV, se bautizó con el nombre de Barceloneta I.
Los hombres de mar catalanes obtuvieron privilegios para gestionar con autonomía el tráfico marítimo a través, primero, de la Universidad de los Prohombres de Ribera en 1258 y, veinte años más tarde, del Consulado de Mercaderes. A mediados del siglo XIV surgió el Consulado de Mar, con sede en la Lonja, un edificio público y emblemático donde se reunían y negociaban mercaderes y comerciantes. Dos cónsules y un juez representaban en ultramar los intereses del comercio catalán y resolvían las querellas según la adaptación local del derecho marítimo implantado en todo el Mediterráneo. Barcelona obtuvo los privilegios reales para nombrar cónsules ultramarinos en el extranjero y tutelar directamente su propia expansión comercial. En el siglo XV ya había más de ochenta cónsules, incluidos los mallorquines.
Vista de la fachada marítima de Barcelona (1563). Anthonis van den Wijngaerde. ÖNB
Durante la segunda mitad del siglo XVI, tras la Guerra Civil catalana, la escasez de trigo y las epidemias de peste hicieron estragos en Cataluña y Barcelona. La integración del país en la monarquía hispánica y el imperio de los Habsburgo, seguida de la ausencia de los reyes, la castellanización de la nobleza y la consiguiente pérdida de la capitalidad política de Barcelona, provocaron un periodo de lenta decadencia. Sin embargo, la capital, como importante puerto de comercio marítimo y centro de las armadas mediterráneas del emperador Carlos V -sobre todo a raíz de la expedición a Túnez de 1535-, ganaba población.
En agosto de 2006, la construcción de unos edificios de viviendas en los terrenos de una antigua estación de cercanías, junto a la actual estación de Francia, fue acompañada de una intervención supervisada por el Servicio de Arqueología de Barcelona. Se descubrieron los restos de la primera escollera del puerto (1477-1487) y del baluarte de Migjorn (1527), y los sótanos del depósito comercial (1862) del puerto proyectado por el ingeniero Josep Rafo.
A pesar de la actividad marítima, hasta mediados del siglo XV el puerto de Barcelona no se dotó de un muelle artificial. Solo había tenido algunos puentes de madera construidos ocasionalmente como embarcaderos. De hecho, no le hacía falta porque ya disponía de un muelle natural, Les Tasques.
Rafaela Puig dibujó el primer muelle artificial del puerto de Barcelona en 1616. BNE
Les Tasques eran una gran barra de arena que discurría paralela al litoral a una distancia de unos doscientos metros. A su abrigo se formaba una laguna interior tranquila y navegable donde se configuraría un área portuaria, concentrada en el actual Pla del Palau, con actividades de carga, descarga, comercialización de mercancías, y reparación y construcción naval.
Con las finanzas saneadas gracias a la creación, en 1401, de la Taula de canvi -el primer banco público de Europa- el Consejo de Ciento transformó la fachada marítima en un espacio de representación del poder municipal. Unos treinta años más tarde, Alfonso el Magnánimo otorgó la licencia preceptiva para construir un puerto artificial y financiarlo a través de un nuevo tributo, el derecho de anclaje. Se daba respuesta a las exigencias de un tráfico naval en sus máximos históricos.
Para la construcción del muelle en el extremo oriental de la ciudad se decidió consolidar gran parte de Les Tasques con encofrados de madera llenos de mortero y piedra, pero un temporal en otoño de 1439 lo deshizo todo. La construcción se reanudó en 1446. Se emplearon tres pontones -o plataformas flotantes- que cargaban piedra en Montjuic y la vertían para formar la escollera.
Aquella primera fase puso de relieve las dificultades del proyecto. Al obstaculizar el flujo de los sedimentos transportados por la deriva litoral, la escollera provocaba el desgaste de la playa de poniente y la erosión de Les Tasques. La gran barra de arena que durante siglos había protegido la playa de Barcelona empezaba a perderse.
En 1477, acabada la Guerra Civil catalana (1462-1472), se reanudó el proyecto en el centro de la fachada marítima y siguiendo el trazado que se ha documentado arqueológicamente. La dirección de las obras se encargó al maestro siciliano Stacio Alessandrino, quien fue sustituido por el notario municipal Joan Maians. El proyecto, terminado en 1489, prolongaba la escollera hasta los restos de Les Tasques, que la erosión marina había transformado en una serie de islotes dispersos. La isla donde finalizaba el muelle recibió el nombre del notario barcelonés: isla de Maians.
Un siglo más tarde, el Consejo de Ciento amplió aquella primera infraestructura de unos 240 metros de largo y 15 de ancho añadiendo dos tramos de 186 metros cada uno. Este muelle medieval sería la base inicial del puerto de época moderna.
Tras un periodo de estancamiento económico a partir de mediados del siglo XVI, el dinamismo recuperado a principios del siglo XVIII se ve interrumpido por el estallido de la Guerra de Sucesión y la derrota de Cataluña. A finales de este siglo el ilustrado historiador, militar, filólogo, estudioso de la economía marítima y político Antoni de Capmany i Montpalau (Barcelona, 1742 - Cádiz, 1813) escribe las Memorias históricas sobre la marina, comercio y artes de la antigua ciudad de Barcelona, libro publicado en Madrid en 1779. La obra de Capmany fue una aportación capital a la historia económica de Barcelona y representa una de las fuentes fundacionales que dieron impulso a la creación del puerto moderno durante la segunda mitad del siglo XIX. Los temas que analizó y relacionó en su trabajo son la marina de guerra y el poder naval, la marina mercante y el comercio, y las "artes útiles" o sectores productivos de la ciudad.
Litografía publicada en 1856 dentro de la colección L’Espagne à vol d’oiseau. La obra original es de 1854 y fue diseñada por Alfred Guesdon. AHCB
Las mejores imágenes que representan el puerto y la fachada litoral de Barcelona a mediados del siglo XIX se deben al arquitecto, dibujante y litógrafo bretón Alfred Guesdon (Nantes, 1808-1876). La vista reproducida presenta el puerto en primer término. Se pueden ver los elementos de la infraestructura, las instalaciones y la actividad portuaria. A pesar del crecimiento de la actividad, el puerto era todavía una infraestructura menor.
A mediados del siglo XIX, durante la rápida industrialización de Barcelona y su entorno, el puerto presentaba grandes insuficiencias que limitaban el desarrollo económico. Los dos problemas esenciales eran la falta de abrigo suficiente y el bajo calado de los muelles y dársenas interiores, debido a la entrada de arena como consecuencia de la dinámica litoral de aportación de sedimentos.
Plan de Reforma y Ensanche de Ildefons Cerdà (1859). AHCB
La construcción de un puerto moderno e industrial
El plan de ensanche urbanístico de Barcelona (1859) del ingeniero Ildefons Cerdà, pionero del urbanismo moderno, ya incorporaba, con los conocimientos técnicos más avanzados del momento, el proyecto de un puerto industrial, diseñado por el ingeniero Josep Rafo. Con el derribo de las murallas y el impulso constructivo, el puerto encontró la oportunidad de crecer. En 1869 se constituyó la Junta de Obras del Puerto de Barcelona, responsable de su administración y gestión, con el objetivo de consolidar el aumento del tráfico y las actividades portuarias. En 1875 se terminaron las obras del puerto industrial en la versión del proyecto modificada por el primer director de la Junta de Obras, el ingeniero Mauricio Garrán. A finales de siglo, las mejoras ya eran insuficientes debido al crecimiento del tráfico marítimo.
A finales del siglo XIX, el puerto necesitaba muelles más amplios y de mayor calado, así como instalaciones más potentes para la carga y descarga de mercancías. Para solucionarlo, el presidente de la Junta de Obras, Carlos de Angulo, proyectó su ampliación entre 1900 y 1904. Definió la prolongación del dique del Este y la construcción de un contradique de aguas abrigadas con muelles anchos, largos, profundos y bien equipados con almacenes y grúas eléctricas. Las obras se terminaron en 1925. Hasta 1965, en el puerto no se haría ninguna otra mejora ni ampliación.
Los bombardeos sobre la ciudad durante la Guerra Civil española (1936-1939) y la posterior autarquía franquista afectaron las infraestructuras y el tráfico portuarios. La política económica de la dictadura no se modificó hasta la década de 1960. Entonces el carbón, como principal mercancía, dio paso a los cementos, los derivados del petróleo y el gas natural. Aparecieron también los contenedores. En 1965, el puerto se amplió hacia los pies del Morrot de Montjuic y hacia el Llobregat. Las obras, que se alargaron hasta finales de los años ochenta, aportaron una terminal de contenedores, un muelle de inflamables, una terminal de automóviles, una central de transportes terrestres e instalaciones especializadas.
Al llegar la década de 1980, el puerto pasa a ser administrado como Puerto Autónomo de Barcelona y, con la colaboración de la iniciativa privada, lleva a cabo tres proyectos pioneros: el primero, el plan especial del Puerto Viejo (1989), con la apertura al público del área lindante con la ciudad; el segundo, el desarrollo del tráfico de cruceros, fruto de los Juegos Olímpicos (1992), y el tercero, la creación de la Zona de Actividades Logísticas, ZAL (1990), una gran plataforma de recepción, actividades y distribución de mercancías. Posteriormente, un nuevo plan director (1998) ampliaría el puerto duplicando sus superficies operativas entre los años 2001 y 2011. Fruto de esta ampliación, en veinte años -de 1998 a 2018- el tráfico de mercancías pasó de 24,7 a 67,7 millones de toneladas.
Desde la creación de la Junta de Obras, el puerto ha crecido gracias a cuatro grandes proyectos y sus obras correspondientes.
Mercè Conesa
Presidenta del Puerto de Barcelona
(Portal de la Pau, 4 de marzo de 2021)
José Alberto Carbonell
Director general del Puerto de Barcelona
(Portal de la Pau, 4 de marzo de 2021)
Evolución cartográfica del litoral, la fachada marítima y el puerto de Barcelona
La Carta Histórica de Barcelona visualiza la evolución de la ciudad y de su litoral al amparo de la intensa actividad comercial y portuaria que, a mediados del siglo XV, culminaba con la creación del primer muelle de Barcelona. Desde entonces, el puerto se ha convertido en la principal infraestructura y motor económico de Barcelona y Cataluña.
El Barceloneta I evidencia y evoca el intenso tráfico marítimo medieval. El primer muelle, a su vez, fue la base inicial del puerto de época moderna, el núcleo principal de las reformas de finales del siglo XIX y, 150 años más tarde, del puerto contemporáneo. Un puerto del siglo XXI que nos conecta con el mundo como ya lo hacía más de 600 años atrás.
El Puerto de Barcelona se compromete con el patrimonio y la historia de Barcelona y de Cataluña y trabaja para su conservación y difusión.
La realización de esta exposición se ha hecho en colaboración con el Museo de Historia de Barcelona.
Agradecimiento especial a Antoni Gelonch, presidente del Cercle del Museu d'Història de Barcelona (Casa Padellàs, 10 de marzo de 2021) Ver vídeo
Fuentes documentales
El Puerto de Barcelona. De la creación de la Junta de Obras a la actualidad (1869-2019), de Joan Alemany. Autoridad Portuaria de Barcelona, 2019.
Barcelona, capital mediterránea - La metamorfosis medieval, siglos XIII-XV. Libro de sala n.º 30. MUHBA, 2019.
Barcelona, puerto mediterráneo entre océanos. El testimonio del barco Barceloneta I. Libro de sala n.º 33. MUHBA, 2021.
Fondo gráfico y multimedia
Archivo de la Autoridad Portuaria de Barcelona (APB)
Archivo Fotográfico de Barcelona (AFB)
Archivo Histórico de la Ciudad de Barcelona (AHCB)
Filmoteca de Catalunya (FC)
Imagen procedente del fondo de la Biblioteca Nacional de España (BNE)
Österreichische Nationalbibliothek (ÖNB)
Servicio de Arqueología de Barcelona (SAB)
Carta Histórica de Barcelona. MUHBA.
Modelo del barco: Marcel Pujol, Lluís Rovira y Bruno Parès
Diseño del mapa de los Consulados de Mar: Andrea Manenti
Aportación de contenidos y asesoramiento
Equipo del Museo de Historia de Barcelona (MUHBA), Mikel Soberón, Aina Mercader y Joan Alemany
ESTRATEGIA CORPORATIVA
Quaderna, Estratègia Corporativa
Audiovisuales e interactivos
Tururut, Art Infogràfic y Paula Ustarroz
Corrección y traducciones
Gemma Garcia Reverte y Allan Bebbington
Producción y comunicación
Produccions Planetàries Solucions Audiovisuals
Realización
Port de Barcelona
Departamento de Patrimonio Cultural
Barcelona, mayo de 2021